Viñedos para inquietos: 7 experiencias entre uvas que van más allá de la degustación

Visitar una de las diez capitales mundiales del vino habilita un sinfín de propuestas que exceden la degustación de su uva insignia, el Malbec. Actividades como andar en bicicleta por viñedos, crear tu propio blend e incluso meditar entre cosechas son posibles en la provincia de Mendoza.

La séptima provincia más extensa de Argentina produce el 78% del vino del país y despliega una propuesta irresistible que la sitúa sin mucho esfuerzo entre las diez grandes capitales de la bebida según Great Wine Capitals. A Mendoza se va para tomar buen tinto, disfrutar del paisaje, deleitar el paladar con gastronomía de alta gama y, sobre todo, relajarse - una consigna que se cumple con honores - . Porque aterrizar en tierra de vinos es comenzar un viaje sensorial en el que dos emblemas argentinos compiten por el protagonismo: la Cordillera de los Andes y el Malbec. La cepa bandera del país del Fin del Mundo encuentra su mejor versión entre montañas y suelos con climas ideales para la cosecha de la uva. Las grandes amplitudes térmicas son el aliado perfecto para la producción, y Mendoza es experta en la materia. El visitante de turno puede adentrarse en sabores intensos mientras recorre bodegas y aprende sobre los procesos de elaboración, los cuidados y la cosecha. 

Todos estos condimentos posicionan a Argentina como el país productor del elixir violáceo con algunas de las bodegas líderes del globo. De hecho, Zuccardi Valle de Uco fue considerada como la mejor del mundo por dos años consecutivos (2019 y 2020) por la organización The World's Best Vineyards. Para seguir con la lista, Catena Zapata ocupa el lugar número 11 y Bodegas Salentein el puesto 23. 

Bordeando el cordón montañoso decorado con picos nevados, lagunas y muchísimo verde, los viñedos se instalan y se convierten en el plan más codiciado por turistas locales e internacionales. El motivo es muy sencillo: una oferta gastronómica inigualable, paisajes majestuosos y una variedad infinita de experiencias para descubrir tesoros vitivinícolas.

 

1. Andar en bicicleta por los viñedos

Además de caminar las enormes hectáreas de cosechas de vid, la opción para intrépidos involucra dos ruedas, un casco y una pizca de adrenalina. Recorrer los campos de cultivo en bicicleta es una actividad ideal para el viajero que se anima a vivir el lado alternativo de los itinerarios. Viento fresco en la cara, entorno verde coronado por montañas de fondo y pulsaciones elevadas que reafirman que la experiencia vale la pena. ¿Cuál es la recompensa después de pedalear unas cuantas horas? Una buena copa de vino, claro está. 

Hay distintas empresas que organizan los trayectos añadiendo a los viñedos como parte del circuito que regala panorámicas andinas alucinantes. La premisa es disfrutar del ambiente que se genera y dejarse llevar por los caminos trazados por el suelo con el mejor vino del país albiceleste. 

 

2. Cosechar tu propio Malbec 

En Mendoza podés convertirte en enólogo y catador de primera. Porque más allá de los sabores que habilitan las 1200 bodegas mendocinas, la verdadera clave está en el arte de fabricar vino. Y el sueño de hacer tu propio blend se vuelve realidad en territorio argentino. 

Participar del proceso de elaboración en primera persona es una de las experiencias que cotizan en alza en la zona. ¿En qué consiste? Básicamente en diagramar, paso por paso, tu vino ideal. La vivencia va variando según el programa que se elija, pero generalmente incluye la cosecha manual de las uvas y el asesoramiento de profesionales en todo el aprendizaje para, finalmente, saborear el blending con impronta propia.

Muchas son las bodegas y empresas que se suman a la iniciativa creativa. Algunas lo organizan en tres días distintos, con degustación de por medio, y otras permiten una pequeña muestra de un día. No importa dónde: los secretos del enoturismo se materializan en jornadas exclusivas para respirar Mendoza como nunca antes. 

 

3. Hacer yoga entre cultivos de uva

Nada como un lugar tranquilo para hacer una pausa de la rutina y conectarse con el presente. Es justamente esa imperiosa necesidad de vivir el hoy y respirar aire puro la que condiciona - sobre todo en la actualidad - la elección final del destino. Y la provincia del Malbec se presenta como una elección segura en materia de relajación y desconexión. Si a la ecuación se suma la posibilidad de combinar su principal actividad turística con la tendencia de wellness, entonces el resultado final será sin lugar a dudas único.

Meditación y clases de yoga en los viñedos son algunas de las actividades que las bodegas ponen a disposición de quienes estén en el camino de la introspección, busquen ponerse en contacto con la naturaleza o simplemente deseen encontrar un paréntesis de paz interna en la escapada vacacional. El silencio y la tranquilidad del espacio, acompañado de fondo por los Andes, se postulan como los elementos ideales para disfrutar de las prácticas. Además, después de cada clase se ofrece un brindis con gastronomía para coronar el día como corresponde.

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4. Tomar clases de cocina 

La buena gastronomía y el buen vino se llevan muy bien. Y si hay algo que sobra en Argentina, es oferta culinaria de primer nivel y variedad de vinos de altísima calidad. Cada plato regional en manos de chefs experimentados marida con cepas de vino y logran una explosión de gustos en las papilas gustativas. Pero, para redoblar la apuesta y hacer que cada persona sea partícipe del detrás de escena, los amantes de la cocina también pueden convertirse en los creadores de delicias locales. ¿Cómo? Aprendiendo a cocinar de la mano de los que más saben.

Se afilan los cuchillos, se colocan los delantales y los cocineros y alumnos se embarcan en una aventura que combina lo mejor de dos mundos: la viticultura y el arte culinario. Guiando a los paladares, se juega con condimentos y texturas para lograr emplatados increíbles con los productos de la zona. El aprendiz puede entender en profundidad cómo ensamblar carnes con verduras, especias y aderezos que mariden con las cepas argentinas. La parte más interesante es que, obviamente, todo lo cocinado se degusta en un almuerzo donde las panorámicas de ensueño se mezclan con los sabores más auténticos.   

 

5. Dormir a los pies de la Cordillera de los Andes inmerso entre viñedos

La necesidad de combinar el placer con la sensación de libertad presente en gigantes naturales se transformó en una condición sine qua non a la hora de elegir un alojamiento. Pero esa demanda queda cubierta en la capital nacional del vino, porque despertar entre caminos infinitos de verde e irse a dormir con cielos estrellados es parte del itinerario cotidiano. 

Glampings - una tendencia en alza que muestra el costado más glamuroso de los campings -, lodges, cabañas y hoteles se emplazan estratégicamente para ofrecer al huésped las mejores vistas que ofrece Mendoza. La experiencia de confort está asegurada y el jardín de fondo se convierte en una obra de arte que emana uvas, naturaleza y montañas. Si dentro del programa se incluyen piletas y jacuzzis a la intemperie, no hay forma de que salga mal. Lujo, aire libre y viñedos desde la ventana es todo lo que se necesita para cerrar el viaje como se debe. 

 

6. Ver una película con escenario natural de fondo

Esto es real y su nombre es “Vino el Cine”. En el verano del 2021 se llevó a cabo la novena edición de la propuesta de cine itinerante que se realiza por toda la ruta del vino, donde distintas bodegas se adhieren a la iniciativa de desplegar una pantalla gigante entre viñedos. La lista de películas que se proyectan se da a conocer de antemano y la entrada incluye una degustación de copa de vino para entrar en clima. También se presentan opciones gastronómicas para acompañar y disfrutar del séptimo arte en una noche inolvidable. Como dato de color extra, todos los años lo recaudado en el evento se dona a distintas fundaciones. 

 

7. Disfrutar del cielo naranja del atardecer con copa en mano

El broche de oro del viaje se vive entre música, cielos teñidos de naranja y, como si no fuera suficiente, un poquito más de vino. Viñedos de un profundo verde, montañas vestidas de tonalidades más cálidas y un atardecer soñado. El único requisito: agudizar los sentidos para admirar el perfecto lienzo que se despliega ante los ojos de quien tenga la suerte de presenciar este espectáculo. 

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