Razones para visitar Chubut en primavera

La estación del año que trae alegría y transforma los grises propios de la época invernal en paletas multicolores. En la primavera todo es sonrisas y Chubut saca las más brillantes y amplias: sus alternativas paisajísticas atraen a turistas de todo el mundo y proponen un circuito ideal para disfrutar del sol y la naturaleza. ¿Por qué conocer esta provincia en la temporada primaveral? Te lo contamos en esta nota:

El mes en el que todo florece. Donde los grados comienzan a aumentar lentamente para dejar atrás el frío crudo del invierno y darle la bienvenida al calor típico de la época. La primavera es sinónimo de renacimiento y el término aplica tanto a la naturaleza - que deja ver con muchísima claridad ese cambio - como al estado anímico de los viajeros. Y, si bien la estación se palpita en todo el país, hay algunas provincias que cobran especial encanto a tono con el espíritu primaveral. Chubut, por supuesto, es una de ellas.


Desde campos amplios donde las flores son protagonistas, pasando por senderismo y encuentros cercanos con fauna patagónica: sobran los motivos para marcar septiembre en el calendario y orientar la brújula hacia la tercera provincia más grande de Argentina. 

1) Campo de Tulipanes en Trevelin


La temporada de las flores, las tonalidades coloridas y el comienzo de temperaturas cálidas se asoma por Chubut y encuentra su mejor versión en la ruta 259. En la zona del Área Natural Protegida Nant y Fall se despliega uno de los campos florales más impresionantes que ofrece el país albiceleste: tulipanes rojos, amarillos, blancos, violetas y naranjas decoran la escenografía, contrastando con el cielo celeste y el pico nevado conocido de la zona, Gorsedd y Cwmwl. 


Ubicado a las afueras de la localidad de Trevelin (a 14 kilómetros de la ciudad), el Campo de Tulipanes regala dos millones de flores que lucen sus matices durante todo el mes de octubre. Los turistas se acercan para capturar la obra de arte natural con el lente de la cámara y sumergirse en el mundo del agroturismo, conociendo sobre las plantaciones y los brotes de esta pintoresca flor. El espectáculo cromático es un oasis para los aficionados de la fotografía que, además de poder disfrutarlo bajo el rayo del sol, pueden sumergirse en recorridos nocturnos para registrar su belleza a la luz de la luna. 

2) Avistaje de ballenas y fauna marina en Península Valdés y Punta Tombo


La costa del Océano Atlántico se viste de fiesta entre julio y diciembre porque a sus playas arriban los más simpáticos animales: ballenas, pingüinos de Magallanes, lobos marinos, delfines y orcas dan una función única en la provincia de Chubut. Y la posibilidad de vivirla en primera persona es un ítem obligatorio en la lista de cualquier viajero. 


La Península Valdés es una de las pocas áreas naturales protegidas con tres sellos honoríficos: Patrimonio de la Humanidad - declarada en 1999 -, Reserva de Biósfera y Sitio Ramsar. Este accidente costero es testigo de la visita anual de ballenas franco australes, un suceso que ganó renombre internacional y un lugar singular en el corazón de los argentinos. La especie en peligro de extinción asiste a las costas de Puerto Madryn para aparearse y hacer partícipes del show a un sinfín de aventureros que se acercan al agua en embarcaciones que salen desde la comuna de Puerto Pirámides. Los cetáceos - que llegan a medir hasta 16 metros - bailan entre las olas, salpicando a los turistas y brindando un espectáculo para todos los sentidos. La maravilla natural también puede verse de lejos desde las playas de El Doradillo y Las Canteras. Más allá de las ballenas, las orcas dan su propia exhibición en Caleta Valdés. 

Por su parte, los pingüinos de Magallanes sitúan su lugar favorito al sur de Puerto Madryn: Punta Tombo es una reserva que alberga la colonia continental más grande del mundo, con pasarelas que permiten observar su gracioso caminar a la distancia. Otro punto para conocerlos, hacia el sur de la provincia, es el Cabo Dos Bahías.

3) Trekking hasta el Lago Baggilt


Porque adentrarse en la Patagonia argentina siempre es sinónimo de trekkings que culminan en postales de ensueño. Con esta premisa en mente, el Lago Baggilt no se queda atrás: la Cordillera de los Andes rodeándolo, el profundo azul de su agua cristalina y la presencia de bosque en todas las direcciones hacia donde se dirija la mirada reciben a andinistas y apasionados del senderismo.


Este espejo lacustre se encuentra al pie del Cerro Cónico, en el Área Natural Protegida Lago Baggilt, creada para preservar las especies de flora y fauna de la zona - entre ellos el huemul, un ciervo autóctono -. ¿El gran imperdible? Emprender una caminata a 1000 metros sobre el nivel del mar, diseñada para los fanáticos de la naturaleza. El trayecto brinda panorámicas de lujo cuyas estrellas son los bosques de lengas y el imponente glaciar que da origen al nombre del lago (y alimenta sus aguas con el deshielo). Los 18 kilómetros bordeando arroyos y balcones naturales tienen una dificultad alta con partes bastante empinadas, así que la recomendación es ir con un guía turístico.

4) Senderismo en el Parque Nacional Los Alerces


Uno de los once Patrimonios de la Humanidad argentinos, declarado por la UNESCO en el año 2017. Y no es casualidad, porque en el interior del parque se esconden bosques milenarios de una de las especies más fascinantes de la región: el alerce. Algunos ejemplares de este famoso árbol llegan a tener 2600 años, con lo cual el área protegida tiene como principal objetivo conservar la biodiversidad. Y, si bien papel protagónico se lo lleva la flora, este Parque Nacional rebalsa de naturaleza y posibilidades de caminatas entre cascadas, lagunas, arboledas y hasta glaciares (imperdible el Torrecillas).

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5) Caminata hasta las Cascadas Nant y Fall


A 16 kilómetros de Trevelin se despliega un lienzo único pintado de gotas transparentes, verdes intensos y una fuerza propia de la naturaleza. Porque las siete caídas de agua que forman parte de este circuito de pasarelas enamoran a cada viajero que pisa el Área Protegida del mismo nombre. Los saltos, que varían en altura pero pueden llegar hasta los 64 metros, se imponen entre rocas y vegetación típica del territorio andino.

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