Alas de Pilota

10 June 2024

La primera oficial Lucía Rojas nos abre la cabina de su vida y nos cuenta cómo es la dinámica diaria de pilotear y trasladar a miles de turistas a través de Argentina.

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· ¿De qué se trata? Una mujer pilota de avión nos cuenta su experiencia en un mundo que, antiguamente, era exclusivo de hombres.


 · ¿Por qué leerla? Porque es la historia de una pasión por la profesión y por volar, algo que la une con los viajeros del mundo.


 · ¿La escena ideal? Se recomienda leerla con un café, un pequeño dulce y un lugar al estilo glamping en Mendoza o El Chaltén.

 

 

 Las calles de Almagro, uno de los 48 barrios de la Ciudad de Buenos Aires, tienen un dejo de melancolía mezclado con la energética pasión por el tango. Es un área donde se siente el espíritu de Carlos Gardel, la bohemia de sus bares y el porvenir de un mañana repleto de lunas llenas. Pero también es un lugar para volar y bucear por los tejados de nuevos horizontes.

 

En esas calles -y sobre todo en ese cielo- creció y se formó Lucía Rojas, la protagonista de esta historia…

 

El origen de las alas


Son casi las 12 de la noche del domingo 14 de abril de 2024 y la comandante del vuelo 1835 de Aerolíneas Argentinas anuncia que, en minutos, el avión aterrizará en el Aeroparque Jorge Newbery de Buenos Aires. Atrás quedó Comodoro Rivadavia, la ciudad del viento en la Patagonia y punto de despegue. También se sorteó, con un mix de inquietud entre los pasajeros y mucha experiencia entre la tripulación, un rayo que golpeó a la aeronave en la parte final del vuelo.

 

Mientras los pasajeros salen paulatinamente del pájaro, nos acercamos -sí, el equipo de Visit Argentina estuvo ahí- con la intención de hablar con la jefa que nos llevó a la terminal aérea porteña. Apenas supimos que una mujer había sido la encargada de pilotear el avión, no dudamos en tomarle unas palabras para que nos cuente la experiencia de ser pilota -a no extrañarse con la A al final puritanos, la Real Academia Española lo ampara- en un universo que, en otras épocas, estaba vinculado sólo a los hombres.

 

¿Y las mujeres dónde están?


“A los 15 años ya estaba viendo qué carrera seguir cuando me egresara del secundario”, dice en su apertura Lucía, que asegura que le gusta mucho el idioma inglés. En esos años de adolescencia -y de vuelo mental- también tenía muy presente el vuelo literal gracias a que su padre era, por ese entonces, piloto de Aerolíneas Argentina. “A esa edad le pedí acompañarlo a sus vuelos que realizaba en ese momento por Argentina. Eran otros tiempos donde se quedaban a dormir en algunas provincias y entonces aprovechaba y me llevaba a conocer” recuerda con entusiasmo y agrega que “cada vez que iba en los vuelos era algo de costumbre que me sentía cómoda y feliz de estar en el avión, pero para mí era el trabajo de mi padre, como si fuera su oficina”.

 

Todo iba fluyendo al ritmo de las turbinas, los despegues y los aterrizajes “hasta que un día, después de varios viajes, le pregunté ‘¿cómo hiciste para llegar acá?’”. Y en ese instante, casi como una premonición de su futuro, Lucía revela el asombro que tuvo al percibir que no le tocaban vuelos con mujeres pilotas.

 

“¿Hay mujeres pilotos, papá?” preguntó. Al momento de soltar esa inquietud, Lucía asegura que cuando el padre la miró para contestarle advirtió que a ella le interesaría la misma profesión que ejercía él. “Me dijo: ‘sí hay, pero son pocas y es un ambiente muy machista, Lucía”.



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Convicción Reforzada


La respuesta de su padre acerca de las mujeres pilotas dejó sorprendida a Lucía. Sin embargo, nada la detuvo en su objetivo de llegar a volar. “Me llamó más la atención y las ganas de averiguar más. Y le volví a preguntar: ‘¿cómo que son pocas? ¿cómo hago para llegar adonde estás vos’?”.

 

Codo a codo, el padre le fue contando los secretos de la carrera: cómo comenzar, el alto costo “y que no se arrancaba por dónde él estaba llevándome”. Los inicios son con aviones pequeños.

 

Definitivamente, su padre cumplió un rol muy importante porque a través de él, Lucía incorporó valiosos conocimientos para convertirse en piloto y para, posteriormente, llegar a una línea aérea. “Me dijo: ‘te puedo llevar a que hagas un vuelo de prueba donde se inicia la carrera y ver si realmente te gusta’”.

 

Y así, con 16 años en la espalda, partió con su padre a San Andrés de Giles (Provincia de Buenos Aires, a poco más de una hora de la capital argentina). Allí se encontraba un club de planeadores, donde Lucía se animó a subirse a un planeador -entre los pilotos lo llaman vuelo bautismo-. “Y me encantó”, confiesa. “Le dije a mi papá ‘quiero arrancar ya’”.

 


Cabina a Cabina


Al tener 16 años, el padre le sugirió esperar hasta los 17 para que pudiera ir por sus propios medios a los lugares de prueba. Como vivían en el barrio porteño de Almagro, les era muy difícil trasladarse todos los fines de semana.

 

La espera, cuando es sabia y prudente, siempre rinde sus frutos. Por eso, en su último año de la escuela secundaria, comenzó a volar los fines de semana en el aeroclub Centro Universitario de Aviación, en el partido de La Matanza, a pocos minutos de la capital. “Ahí logré mi primera licencia de piloto, que le llamamos Piloto Privado de Avión (PPA). A su vez, ese mismo año hice el curso de Tripulante de Cabina porque quería saber si tenía la oportunidad de conseguir trabajo también por ese lado”. Todo estaba relacionado con los aviones.

 

Los progresos fueron de la mano con esa convicción que se hizo fuerte desde un principio. En 2013, Lucía obtuvo la licencia de Tripulante de Cabina y de Piloto privado de avión. Un año más tarde, mientras continuaba sumando las horas de piloto en el aeroclub de La Matanza, un amigo le propuso realizar una sociedad y comprar un avión pequeño para seguir sumando horas. “Me ayudó mucho a poder manejar mis horarios porque en 2015 ingresé como tripulante de cabina a Aerolíneas Argentinas”. Este ingreso a la compañía aérea argentina de bandera le sirvió económicamente para mantener su avión y pagar su tiempo de vuelo. “Por supuesto que todo este logro y esfuerzo fue viviendo con mi padre”, agradece.

 

2019 fue, quizás, un año bisagra para Lu. Después de tantos años de preparación, de perseguir un sueño y de ser absolutamente fiel a sus convicciones llegó su gran oportunidad: se presentó para pilota en JetSmart. “Pasé todas las instancias e ingresé. Fue cumplir mi sueño de ser piloto de una línea aérea y, encima, un orgullo y honor que me dijeran que, al ingresar, sería la primera mujer en la compañía”.

 

 

La ya confirmada comandante Rojas pasó tres años en la empresa low cost. En 2022, su destino le hizo un guiño familiar: Aerolíneas Argentinas llevó a cabo un proceso de selección y Lucía no podía dejar de presentarse. “Aerolíneas es una empresa que ya conocía y le tenía mucho aprecio porque, además de ser nuestra línea aérea de bandera, para mí significaba mucho que era la compañía dónde estuvo mi padre por 40 años”.

 

Por supuesto, pasó todas las instancias y actualmente es una de las pilotas de Aerolíneas -de paso, aprovechamos y le agradecemos por llevarnos de regreso a casa-.

Todos iguales ante la Ley


Es muy importante destacar la seguridad que transmite Lucía en cada respuesta. Posiblemente, ese temple firme sea una de sus mejores cualidades para manejarse con total naturalidad entre sus pares y no percibir diferencias en un ambiente que, otrora, estaba relacionado con los hombres. “Yo siento igualdad a la hora de poder trabajar en un lugar en el que antes se creía que era por hombres. Estoy orgullosa y siento un honor de poder tener la oportunidad de trabajar”, sostiene y rememora que una de las razones por las cuales eligió esta profesión fue el asombro que le causó que, en su momento, haya pocas mujeres. “Lograr mis objetivos de que se rompa ese estereotipo me hace muy feliz y honrada. Siento que hoy en día ya somos muchas mujeres en el ambiente y ya se está igualando”.

 

Peeero siempre se puede ir por más y, según Lucía, se pueden ajustar detalles que tienen que ver con las costumbres. “Es una realidad que haya gente se asombre (al ver una pilota). Uno lo puede tomar cómo ‘¡qué bueno!’, pero a la vez siempre piensa en que no debería asombrarse, sino que debería ser algo natural. Siento que hay que seguir acostumbrando o rompiendo ese asombro, que está bueno, pero a la vez tiene que ser algo natural”. De todas maneras, nuestra pilota estrella cuenta que, en la actualidad, las líneas áreas tienen como objetivo sumar más mujeres en la cabina de pilotos: “yo siempre me sentí cómoda, nunca me sentí diferente por mi puesto. Lo veo más que nada en los pasajeros porque en la empresa no se hace diferencia”.

 

Para cerrar la mirada femenina, Lucía nos deja otro concepto para poner mucha atención. “Siempre me sentí, por ser mujer y porque no había tantas, más observada, pero creo que es algo personal y que todas las pilotas lo tuvimos, de sentirnos más observada que, tal vez, otro piloto que pasa más desapercibido como hombre. Más allá de eso, la profesión en sí tiene muchos esfuerzos y obstáculos que enfrentar durante toda la carrera. La carrera es tiempo y dinero: tenés que tener tiempo para sumar horas de vuelo y, a la vez, tener dinero para pagar esas horas”.

 

 

El cielo está completamente despejado y apenas sopla una tenue brisa. Lucía empieza a despedirse de nosotros. Entre agradecimientos y las últimas palabras típicas antes de terminar una charla nos cuenta que después de que la Selección Argentina de Fútbol ganara el Mundial de Qatar 2022 hubo mucha repercusión entre los turistas internacionales por nuestro país: “querían saber de dónde viene Messi. ¡Eso nos ayudó un montón! Te puedo decir que veo mucho turismo en Ushuaia, El Calafate, en El Chaltén, también muchos americanos y europeos en Mendoza porque nuestro país ofrece excelentes paisajes y gastronomía de calidad”.

 

Ahora sí. Es el momento de decirnos adiós -un hasta luego, mejor- para volver a lo de siempre: volar. Se ajusta el cinturón, realiza los últimos chequeos y coloca su mirada a frente. “Volar es mi pasión y mi vocación. Estoy muy agradecida de poder realizar mi pasión, de dedicarme a trabajar con lo que amo que es volar”. No había mejor aterrizaje de la charla para, finalmente, despegar de nosotros.



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